Hacía mucho tiempo que no leía algo tan bien escrito: el vocabulario es acertadísimo, las descripciones magníficas, es una gozada para la lectura, de una fluidez y lirismo excepcionales.
La huella blanca es una muy meritoria novela histórica ambientada en la Irlanda del siglo V. Narra la historia de Ciarán, un niño salvado de la masacre de su pueblo por Bróenán, el jefe de la tribu responsable de la misma, quien lo convierte en su hijo oponiéndose con ello a las leyes de la guerra, de la tribu y de la familia. Un niño que crecerá entre el rechazo de los que considera como su gente con una única excepción, Olwen, la niña que se convertirá en el amor de su vida.
La autora sabe de lo que habla, existe un buen armazón histórico que revela un gran conocimiento de la cultura irlandesa antigua. La excepcional ambientación se logra, además, sin incurrir en el error de muchos autores de convertir una novela en una clase magistral, algo que valoro especialmente. Y probablemente no pueda deslindarse de lo que para mí es uno de los aspectos más notables de la novela, el estilo literario. Hacía mucho tiempo que no leía algo tan bien escrito: el vocabulario es acertadísimo, las descripciones magníficas, es una gozada para la lectura, de una fluidez y lirismo excepcionales. No se abusa tampoco del elemento sobrenatural pese a tratarse de una novela sobre la cultura celta, lo que redunda en favor de la coherencia interna y la verosimilitud.
La trayectoria vital de Ciarán determina la línea argumental de la novela, que tras una impresionante primera escena se va centrando en la relación entre los dos protagonistas principales y su historia de amor, el eje que vertebra toda la historia. Una historia que también nos habla de la soledad y del sentido de pertenencia a un grupo.
Toda la novela, pues, orbita alrededor de Ciarán. Este personaje, que desconozco hasta qué punto es una creación libre o bebe de fuentes legendarias, y por tanto a ellas ha de sujetarse, resulta un tanto confuso durante la niñez y adolescencia del protagonista, pero se va perfilando con nitidez a medida que avanza el argumento y crece en edad. Sin embargo, el resto de los personajes están mucho menos trabajados y apenas despuntan, algo que resulta llamativo especialmente en Olwen. No significa esto que no existan otros personajes atractivos o interesantes, pero la intensidad de este protagonismo les anula en cierta medida. Quizás la única excepción a este enfoque nuclear sea Patricio, al que presumiblemente se le otorgará una mayor relevancia en futuras novelas (esta es la primera novela de una trilogía) y cuya aparición esporádica, convenientemente engarzada con Ciarán, es la única ruptura en el esquema de un protagonista de gran entidad y otros personajes en segundo plano.
El hecho de que todo el peso de la historia lo asuma Ciarán en detrimento de otros secundarios podría ser la razón de que la tensión argumental se diluya hacia el final de la novela, llegando un momento en que ni siquiera una prosa tan exquisita es suficiente para mantener el interés del lector al nivel inicial. Creo que la novela pierde en intensidad por su extensión y porque, al igual que ocurre con el personaje, la historia de amor impide el desarrollo de otras líneas argumentales que al menos yo esperaba que fuesen más relevantes.
Entre las cosas que menos me han gustado debo señalar la innecesaria introducción de algunos términos y expresiones en gaélico con su correspondiente nota a pie de página. Intercalar en irlandés antiguo frases como «vámonos, entonces» o «fuera de mi vista» es en mi opinión un error que carece de sentido, pues nada aportan, más bien entorpecen. Supongo que esta percepción está condicionada por lo poco que me gustan en las novelas las notas a pie de página.
En resumen, una novela que, sin ser la historia épica que promete la editorial, es una historia muy bien contada, sobre un lugar y un período histórico que a mí me resultaron especialmente interesantes. Con un estilo sobresaliente, y de una autora que imagino que dará que hablar en el futuro, si en esta su primera obra consigue poner el listón a esta altura.